Te despiertas o, más bien, te despiertan de un vuelco. El mundo empieza a girar a una velocidad tan rápida que tienes que agarrarte para no caerte. La cabeza se activa y comienza su ejercicio de darle vueltas a todo. El corazón, mientras tanto, comienza a latir sin parar. Esa nueva percusión que nace dentro de tu pecho te va a acompañar durante el resto del día. Más te vale que te guste la marcha.
Esta joven cada día escribe mejor.